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No hay más excusas para demorar la educación de las niñas y las mujeres

Por Roxana Pintado, Ayuda en Acción Bolivia

Noelia tiene 20 años y ya abrió su propia empresa. No ha sido fácil; para llegar hasta aquí ha recorrido un camino lleno de dificultades y ha enfrentado la crítica y el desánimo que le imponían sus vecinos y compañeros.

Nació en 1991 en El Cóndor,  una comunidad campesina que dista 50 Km de Yapacaní, en el oriente boliviano, y donde viven sólo 30 familias. Ahora está casada con Ananías y viven en Yapacaní; ellos dos y su pequeña hija libran día a día la batalla de la subsistencia en una ciudad intermedia de más de 15 mil habitantes, donde la pequeña economía local impone situaciones complicadas a las familias con pocos ingresos.

En la comunidad Cóndor hay una escuelita desde hace muchos años, pero como su población es tan poca, los niños y niñas sólo puedes estudiar allí hasta el 6to grado de primaria, viéndose obligados a recorrer distancias muy largas hasta las comunidades más grande donde hay escuelas con educación secundaria.

Desde pequeña mi vida fue muy difícil; quería estudiar enfermería, pero la escuela  secundaria quedaba muy lejos y el dinero de mi familia no alcanzaba para que yo fuera a estudiar allí; por eso terminé ayudando a mi papá en el campo.”, nos relataba Noelia hace unos meses  atrás.

Hace unos años Ayuda en Acción y CEPAC (uno ONG boliviana que trabaja hace varios años en Yapacaní) comenzaron a apoyar el establecimiento del Instituto Técnico Comunitario Indígena Campesino (ITCIO), el cual  brinda oportunidades de formación técnica a jóvenes, incluso aunque no hayan concluido el bachillerato. Con ello se pretendía brindar alternativas de incorporación al mercado laboral a un grupo poblacional que sistemáticamente carecía de oportunidades laborales en condiciones aceptables.

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Noelia, en segunda fila, en el acto de graduación. Foto: CEPAC

“Cuando supimos de la creación del ITCIO, mi papá  me dio ánimo  para que  entrara a estudiar, y yo me animé a estudiar  una carrera que todos decían que era “de hombres”: la tecnología de la madera. Como no había terminado el colegio (bachillerato), al mismo tiempo que estaba en el ITCIO, en las noches estudiaba”.

“Al principio éramos ocho  mujeres en la carrera, y poco a poco las demás se fueron saliendo por diferentes motivos. Al final me quede sola junto con mis compañeros y hubo un momento en que también me quise ir, pero mi esposo me apoyó bastante y continué”.

En una sociedad marcadamente machista, donde las niñas y mujeres son excluidas en los procesos de desarrollo, Noelia es un ejemplo. El año pasado, y a pesar de todas las trabas, Noelia se convirtió en la primera mujer graduada de la carrera de Tecnología de Madera y actualmente, junto a un compañero suyo del  ITCIO,  han abierto una carpintería. El Gobierno Municipal de Yapacaní, en 2010, la reconoció como la primera “Mujer Emprendedora” del municipio, en un evento apoyado por Ayuda en Acción y el CEPAC.  

“Cuando me embaracé  hice todo lo posible por continuar estudiando; mes a mes  mi pancita crecía pero igual seguía rallando la madera, aunque ya  mi panza chocaba y no me podía agachar. Entre bromas, mis compañeros decían: “este trabajo lo tendría que hacer tu marido”, a lo que yo les respondía que las mujeres también podemos, y a veces mejor”.

“He aprendido mucho, ahora tengo nuevas capacidades, ahora puedo hacer muebles, diseños, conozco de topografía y computación. Pienso que esta carrera me dio la oportunidad de alcanzar algo que creía no poder conseguir sin un título de bachiller. Ya sé que para estudiar sólo es necesario leer, escribir y tener la ganas de superarse”.                                                 

Esta semana se ha celebrado en todo el mundo la Semana de Acción Mundial por el Derecho a la Educación (SAME); iniciativa que este año ha estado dedicada a reivindicar el derecho de las niñas y las mujeres a recibir una educación incluyente y de calidad. Con la propuesta de La Gran Historia, actividad central de la SAME que permite dar voz a las mujeres y las niñas, se recuperan esas  historias cotidianas que cambian la realidad. Con esta trascendental historia, que sólo es trascendental por su protagonista, intento contribuir al reconocimiento de  que no puede haber más excusas para seguir postergando  la educación de las niñas y las mujeres en el mundo.


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